Familia de origen y elecciones profesionales

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Photo by Laercio Cavalcanti on Unsplash

Con motivo de la realización del taller «Estudio personal y profesional sobre la familia de origen» que programamos desde Dirdira, rescatamos del blog de nuestro compañero Ricardo J. Sanchez Cano -Como pez en el agua (https://organizados.wordpress.com)- un post que  define muy bien el «para que» de este taller.

Cuenta Mark Twain en su autobiografía, refiriéndose a su hermano Orion que tras varios intentos de ayuda para solucionar sus problemas económicos -los de Orion- le sugirió a este la posibilidad de escribir las genuinas aventuras e insólitos relatos que componían su  vida. Su biografía  la formaba una historia singular digna de ser contada, toda una novela. Le sugería en estos términos la forma de encarar el relato: 

“…Le pedí que contara la estricta verdad en ella; que reprimiera los deseos de exhibición personal, que se centrara exclusivamente en las actitudes dignas de crédito y que pusiera honradamente todos  los incidentes de su vida que le habían parecido interesantes, incluyendo aquellos que se quemaban en su memoria porque se avergonzaba de ellos. Le dije que eso no se había nunca hecho y que si podía hacerlo, su auto biografía sería una pieza literaria  de lo más valiosa….”[1] 

Su hermano, con una de sus respuestas genuinas le responde con una historia digna de ser contada:
“…Orion escribió su historia y me la envió. Pero mi decepción fue enorme, y me enojo también. En ella se convertía constantemente en un héroe, exactamente como yo habría hecho…Yo conocía varios incidentes de su vida que eran clara  y dolorosamente lo contrario de heroicos, pero cuando llegué a ellos en su autobiografía habían cambiado de color. Era como haberle dado la vuelta a una chaqueta, y resultaban cosas de las que se  sentía orgulloso de forma intemperada”.
[2]
Los hermanos Clemens (Apellido real de Mark Twain), compartían parte de la misma realidad y vivieron algunas situaciones iguales, pero elegían diferentes formas de contarlas, pues tenían diferentes implicaciones en el relato. Uno quería buscar la gloria y el ensalzamiento personal, sin importarle el dinero…,  y otro,  quería obtener a través de este un buen producto: que fuera creíble, publicable vendible en definitiva, para evitar la dependencia económica que su hermano tenía de él.
Este trozo de texto de la autobiografía de Mark Twain me sirve como excusa para comenzar algunas reflexiones sobre algunos retazos de mi propia vida.
Cualquiera de nosotros tiene una historia que puede narrar y que puede “redescubrir” en el ejercicio del relato. Una de las explicaciones de nuestro origen quizás esté en el devenir histórico de nuestra estirpe, de nuestra familia, entendido como una cadena de transmisión que se prolonga a través del tiempo. Estamos aquí por continuar una historia, una trama. Es como un pacto no dicho, no formulado. Una posibilidad que lo hace emerger es la expresión  en forma de relato de la historia de la familia de origen. En este sentido, el origen familiar no es un punto arbitrario, ni predeterminado generacionalmente. Tiene una dimensión más cualitativa y mítica se centraría más en los valores y en las diferencias que en cuestiones estandarizadas.
Esta dimensión mítica puede configurase como el relato de una historia banal,  y a la vez  genuina, original e irrepetible. Situación paradójica pues todos tenemos una historia que nos hace diferentes. Algo que todos tenemos, un rasgo común y compartido se convierte en irrelevante. Uno no repara hasta que no se pone a ello, a darle forma. Uno descubre  que su historia genuina puede dejar de ser  banal y  algo compartido por todos cuando le otorga significados, cuando le imprime en la narración de los actos elementos que son únicos y relevantes. Como hacia Orion Clemens. Además esto puede ser un acto imperceptible, pero cumple una función de reafirmarnos y se segurizarnos en  nuestras identidad a través de nuestras relaciones de pertenencia.
Es por esto que en el trabajo y en la relación de ayuda nos descubrimos y nos cuestionamos en la relación que mantenemos con las personas y en los contextos donde ejercitamos nuestra tarea.
Uno al relacionarse con una persona, o con una familia, o con un grupo; en definitiva con otro sistema observa sin saberlo algunas reglas básicas en las que implícitamente está el saber, el saber hacer  y el saber  diferenciarse de los sistemas a los que ayuda. Estas reglas básicas evolucionan en la relación de ayuda acompañando a las personas.

BATESON [3]definió tres niveles de evolución o de cambio en los sistemas. En el primero, o nivel I el cambio está en el propio sistema. Es decir El sistema es autoreferencial.  Lo importante es el propio sistema.
En el segundo e nivel II el sistema existe en referencia a otros. Es decir un sistema evoluciona, aprende  o puede cambiar por comparación con otros sistemas.
Por ultimo en el nivel III, el sistema no aprende en función de los niveles de referencia, sino en función de las necesidades. El sistema obtiene un funcionamiento óptimo, es libre de operar con el entorno y de interpretar lo que necesita y lo que no.

Un operador social que recibe demandas de ayuda debe de favorecer que las personas funcionen en el mayor grado de libertad posible, al igual que los sistemas que describe BATESON, en el nivel III, interpretando sus necesidades, operando con el entorno con libertad. Sentirse libres es sinónimo de operar con capacidad y criterio de elección.

Para esto, siguiendo a BATESON,  el operador de ayuda, en distintos contextos, debe de haber superado él los distintos niveles. Es decir no se puede ayudar a nadie que se encuentra en un nivel II si uno está en una fase autoreferencial (Nivel I)   , en otras palabras la posición ideal de un operador social: terapeuta, educador, etc. Es la que favorece contextos de libertad, de elección y de interacción con el medio.

La cuestión de la posición que uno mantiene como profesional de ayuda y la de la libertad que genera en los contextos en los que opera tiene que ver con distintas cuestiones. En este escrito me interesa la dimensión que aporta el origen.
[continuará…]

 [1]Mark Twain , Autobiografía ESPASA – ORBITAS, Madrid 2004.

[2] Mark Twain, idem.

[3]Bateson G. , “Pasos para una ecología de la mente”Planeta – Carlos Lohile, Buenos Aires 1991.

Este texto es parte del articulo Del Origen al límite: Familia de origen , frontera como posibilidad y relación  profesional de ayuda
de Ricardo J. Sánchez Cano, incluido en la publicación «De fronteras Mugei Buruz De frontieres»  publicado por la asociación Hezi-zerb Abaddiako adixkideak

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